martes, 29 de marzo de 2011

Un hecho que no se puede ignorar: La Infancia Explotada en el Mundo

Comparto esta entrada con ustedes para que tomemos conciencia del hecho social que esta afectando a los ciudadanos y población del mañana, la cual es la población infantil, y que muchas personas pasan por alto, cuando deberían mostrar por este asunto la importancia que se merece, para así poder atacarlo y acabar con él.

El siguiente articulo es tomado de:  

RAS 
 Revista del Aula Social 
  
Núm. 36 2009 
ISSN: 1988-1967   
  
Editado por el ICE de la Universidad de Deusto 
  
http://ras.deusto.es/descargar.aspx?num=n36_c.pdf



 Infancia explotada en el Mundo 



Según datos de UNICEF 
(http://www.unicef.org/spanish/protection/index_ 
childlabour.html), casi tres cuartas partes de los 
niños que trabajan en el mundo (171 millones) 
lo hacen en condiciones de peligro, como por 
ejemplo, en las minas, manipulando productos 
químicos y pesticidas en tareas agrícolas o 
manejando maquinaria peligrosa. Están en 
todas partes, pero no se les ve: trabajan en el 
servicio doméstico, en casas particulares, como 
obreros tras los muros de las fábricas u ocultos 
a la vista en las plantaciones...  
Esta misma organización señala que las 
estimaciones por regiones arrojan los siguientes 
datos (año 2000): 

 Las regiones de Asia y el 
Pacífico poseen la cifra más 
elevada de niños y niñas de 
edades comprendidas entre los 5 
y los 14 años que trabajan: 
127,3 millones en total (el 19% 
de los niños y niñas de dichas 
regiones). 

En África subsahariana se estima 
que existen 48 millones de niños 
y niñas que trabajan. Casi uno 
de cada tres (el 29%) menores de 
15 años trabaja. 

En Latinoamérica y el Caribe hay 
aproximadamente 17,4 millones de 
niños y niñas que trabajan (el 
16% de los niños y niñas de la 
región). 

El 15% de los niños y niñas de 
Oriente Medio y África 
septentrional trabaja. 


Con la intención de tomar conciencia de la 
gravedad del problema, que afecta a niños y 
niñas del  mundo entero, señalamos a 
continuación diferentes  situaciones y 
testimonios: 


La denuncia realizada por la Unión 
Internacional de Trabajadores de la 
Alimentación, Agricultura, Hoteles, 
Restaurantes, Tabaco y afines 
(UITA,2004), sobre la Explotación 
Infantil en fabricas chinas. 
Ikram, 12 años, trabajadora 
doméstica en Marruecos. 
Roshni, 10 años, trabajadora en un 
telar de alfombras de Pakistán. 

En China, niños entre 
12 y 17 años fabrican 
juguetes en 
condiciones de 
esclavitud 

Noticias Gremiales 
26 de abril de 2004 
UITA - Secretaría Regional Latinoamericana - Montevideo - Uruguay 



Montar, empaquetar, montar, empaquetar, 
montar, empaquetar... Las 600 jóvenes trabajan 
como robots, sin levantar la mirada, darse un 
respiro o hablar entre ellas. Todas han llegado 
del campo tratando de salir de la pobreza y aquí 
están, montando y empaquetando muñecos de 
plástico, entre 14 y 18 horas al día, 15 minutos 
para comer, permisos reducidos para ir al servicio 
y cuatro horas para soñar que en realidad 
no están durmiendo en los cuchitriles situados en 
la última planta de la fábrica. Una ruidosa sirena 
les devuelve a la realidad y les anuncia el nuevo 
día mucho antes de que amanezca. Las 
empleadas saltan de la cama, se ponen las batas 
y forman en línea antes de correr escaleras abajo 
hacia sus puestos. La gigantesca nave está 
situada en las afueras de Shenzhen, la ciudad 
más moderna del sur de China, rodeada de otros 
almacenes parecidos, más o menos grandes, 
algunos con más de 5.000 empleadas. 
  
En China se las conoce como dagongmei o chicas 
trabajadoras. Jóvenes y adolescentes dispuestas a 
producir, producir y producir sin descanso por un 
sueldo de 18 euros al mes del que los jefes 
descuentan la comida y lo que llaman “gastos de 

alojamiento”. Las cientos de miles de factorías de 
mano de obra barata repartidas por todo el país son 
la otra cara de ese “made in China” que ha invadido 
las tiendas de todo el mundo, desde los artículos de 
las conocidas tiendas de “Todo a 100” a las 
lavadoras o la ropa de marca. Y para las 
dagongmei, estas fábricas son su casa, su familia, 
su celda. En ellas, los supervisores se encargan de 
que no descansen y de que la producción nunca 
disminuya. 
  
Miles de empresas estadounidenses y europeas - 
entre ellas medio centenar de españolas- 
subcontratan fábricas chinas similares a esta para 
llevar sus productos a Occidente al mejor precio. “Si 
no fuera así, no sería rentable y nos iríamos a otro 
país”, reconoce un empresario estadounidense que 
mantiene cerca de 40 talleres en el delta del río de 
la Perla, donde trabajan seis millones de 
dagongmei. 
  
No son ni siquiera la décima parte de las que hay 
en todo el país, alrededor de 70 millones.  La 
investigación de un periódico de Hong Kong 
descubrió que los juguetes que la multinacional de 
hamburguesas Mc Donald´s regalaba en sus 
promociones en el país asiático estaban siendo 
elaborados en China por adolescentes de entre 12 y 
17 años. Las menores trabajaban sin descanso de 
siete de la mañana a  once de la noche, todos los 
días de la semana. En ocasiones la jornada se 
alargaba hasta las dos de la mañana a cambio de 
un sueldo de 2,60 euros al día y una habitación de 
25 metros cuadrados a compartir con otras 15 
chicas. 

El Comité Industrial Cristiano de Hong Kong, una 
ONG que se dedica a rescatar a los pequeños que 
trabajan en esas condiciones, envió un equipo de 
investigadores a la fábrica subcontratada por la 
cadena de restaurantes americana. Las historias 
que escucharon se parecían todas a las de Wang 
Hanhong, de 12 años: “Mis padres no querían que 
viniera. Lloré e imploré para que me dejaran porque 
quería ver el mundo. Mi familia tiene otros tres hijos, 
pero todos van al colegio. Quiero ahorrar dinero 
para que mis padres puedan sobrevivir”. 

Círculo vicioso 

Es un círculo casi indestructible. Por una parte, las 
multinacionales americanas o europeas no tienen 
que responder por las condiciones de sus fábricas 
en países del Tercer Mundo y ahorran costos 
laborales. Por otra, los gobiernos locales tampoco 
están interesados en espantar la inversión 
extranjera y no se preocupan en hacer demasiadas 
preguntas. 
  
Un cuartel militar 

En la entrada de la factoría de la marca deportiva 
Nike de Jiaozhou, en la provincia de Shandong, se 
puede leer su famoso lema: “Just Do It” (Simple- 
mente, hazlo). Dentro, 1.500 jóvenes, siempre 
menores de 25 años, trabajan 12 horas al día, 
según el Comité de Trabajo Nacional (NLC). Se 
trata de una pequeña parte de los más de 100.000 
chinos que fabrican prendas deportivas Nike en todo 
el país, a los que hay que sumar 70.000 personas 
en Indonesia y 45.000 en Vietnam. “Con su puerta 
de metal y sus barrotes en las ventanas, la fábrica 
se parece más a un cuartel militar que a una 
factoría”, asegura en su informe NLC, que describe 
como “papel mojado” los códigos de conducta 
creados por las multinacionales. 
Pero son las fábricas de productos “Todo a 100”, 
(unas gestionadas y explotadas por empresas 
chinas y otras por empresarios extranjeros), las que 
peores condiciones tienen. La presión para abaratar 
los precios es mayor y detrás del negocio suelen 
estar compañías desconocidas que no tienen que 
cuidar su nombre. El lema es producir mucho, 
barato y rápido. Los accidentes entre las 
trabajadoras o los incendios, como el que ocurrió 
recientemente en una nave de Shenzhen, en el que 
perdieron la vida 80 personas, son contingencias 
cotidianas. 
  
La política de contratación en estos talleres del 
“Todo a 100” es no admitir a mujeres mayores de 25 
años, pero en ocasiones los gestores se saltan su 
propia regla si la candidata tiene hijos pequeños 
dispuestos a sumarse a la cadena de producción sin 
cobrar nada a cambio. 
  
 La situación en China es especialmente 
desesperante para las víctimas de los abusos 
porque el gobierno comunista mantiene la 
ilegalización de sindicatos y asociaciones de 
trabajadores.  

La historia de Roshni 

Roshni es una niña de diez años que vive en un 
pueblo de la región de Thar, en Pakistán. Tras 
sufrir problemas financieros, su padre se vio 
obligado a pedir un préstamo a un patrón y tuvo 
que dejar a Roshni, a su hermano y a su hermana 
trabajando en el telar de alfombras del 
prestamista-patrón. 

  "Quería recibir educación a toda costa y 
convertirme en médico. Desafortunadamente, 
esto no ocurrió. 

  Trabajamos muy duro en el telar, de sol a 
sol. Al principio fue muy difícil tener que 
estar sentada tanto tiempo, pero ahora ya 
estoy acostumbrada. Después de trabajar en 
el telar durante ocho meses mi sueldo por 
día de trabajo es de 40 rupias (menos de 40 
céntimos de euro). También hago un poco de 
bordado por la noche. Todos mis ingresos 
van destinados a cubrir los gastos de los 
nueve 
miembros de mi familia. Siempre intento 
hacer lo que puedo para ahorrar un poco de 
mis ingresos y poder ayudar a uno de mis 
hermanos pequeños con sus estudios. 

  Sin embargo, hasta ahora no he 
podido ahorrar nada para mi 
hermano pequeño. Aun así, 
intentaré hacer algo por él si 
puedo."  

Extraído del informe Save the 
Children. Rompamos las cadenas de la 
esclavitud infantil. 
  
La historia de Ikram 

   "Tengo 12 años. Me fui de casa cuando tenía 8 
porque mi padre se enojaba mucho y mi madre no
puede decir nada. Mi padre tiene otra mujer y 
muchos hijos. A nosotras, las niñas, nos trataba 
mal. Los niños pueden ir a la escuela pero las 
chicas no le importamos. Así que en cuanto pude, 
me fui.  

  Estuve en unas cuatro o cinco casas 
diferentes. Todas iguales. Trabajar, trabajar, 
trabajar todos los días, sin descanso. Siempre 
vigilada, encerrada. Poder ducharme sólo a 
veces, comer las sobras, vestir trapos, dormir 
sobre el suelo en la cocina. Estar sola, 
siempre, todos los días. Los perros son los 
únicos que me saludan.  

  Le he pedido a la señora que, por favor, me 
pague. Al principio me dijo que me pagaría 
pero desde que trabajo aquí no he recibido 
nada, y de eso ya hace varios meses. Le dije 
que si no me pagaba me iría. Entonces me tiró 
de los pelos y me amenazó con que si me voy, 
me denunciaría a la policía, diciéndoles que 
le robé y que me fui con el dinero. Sudo, 
tiemblo, tengo frío, pero no puedo parar. Me 
duele, me queman las manos, esta escalera es 
interminable. Me voy. No sé adonde, no puedo 
volver a mi casa, no quiero trabajar en otra 
casa de éstas, no sé qué hacer, pero de esta 
casa me voy. Sólo quisiera que todo esto 
acabe." 

Extraído del informe Save the Children. Bajo techo 
ajeno 








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